sábado, 25 de septiembre de 2010

71.-LUNAS DE HIEL (BITTER MOON)

DIRIGIDA POR: Roman Polanski
INTÉRPRETES: Peter Coyote, Emmanuelle Seigner, Hugh Grant, Kristin Scott Thomas
AÑO: 1992/DURACIÓN: 133’/GÉNERO: Erótica, drama

                               

    Toda la filmografía de Polanski, tiene un marcado tono morboso y voyeurístico, aunque esta sensualidad, suele tener poco de complaciente. Los juegos fetichistas ambientados en escenarios aislados del exterior y con pocos personajes son habituales en su filmografía, con títulos como “El cuchillo en el agua”, “Callejón sin salida”, la presente “Lunas de hiel” o “La muerte y la doncella”.

    Roman Polanski, es un director amante de las relaciones turbias, que lleva a cabo en “Lunas de hiel” un viaje desde los cielos hasta los infiernos de la vida en pareja. El primer encuentro de Oscar (Peter Coyote) y Mimi (Emmanuelle Seigner) cumple con todos los clichés románticos: un autobús de París, un escritor americano amante de la vida bohemia, un hombre que ve sus fantasías eróticas hacerse realidad en una jovencita, y una chica que a su vez ve satisfecho otro típico sueño, el de ser musa de un artista mayor que ella, al que puede idolatrar y que la hace sentirse protegida.

    Este habría sido el final feliz de cualquier película; sin embargo aquí es solo el comienzo. ¿Qué pasa después de que el hombre y la mujer se conocen y se van a vivir juntos en teoría para siempre? Pues si el sueño no es más que eso, un sueño, y si ninguno de los dos está realmente enamorado de la otra persona, sino sólo de la fantasía romántica que han proyectado sobre ella, el espejismo acabará rompiéndose y el sueño volviéndose pesadilla. Oscar ha tenido probablemente muchas mujeres en su vida, y la realidad es que la actual es sólo una más de ellas: como muchos artistas, es inmaduro, egocéntrico, se siente fracasado y se desprecia a sí mismo. Y nada más fácil que volcar ese desprecio en Mimi, que también tiene la autoestima por el suelo. Prototipo de mujer débil y víctima, prefiere la comodidad de ser el objeto de deseo de un hombre más mayor a una relación más equilibrada en la que tenga que tomar decisiones y enfrentarse a la vida.

    Tras el breve período de felicidad inicial de la pareja, empieza el aburrimiento, que al principio tratan de subsanar con nuevas fantasías eróticas cada vez más peligrosas, como humillar al otro o coquetear con un tercero delante de los demás. Óscar, más racional, intenta por todos los medios cortar la relación antes de que lleguen a hacerse daño de verdad. Pero Mimi ya ha desarrollado una dependencia patológica y, sin mostrar ninguna dignidad ni respeto hacia sí misma, está dispuesta a todo con tal de seguir con él, aún sabiendo que la relación no se basará en el amor sino en la humillación y el desprecio mutuos. Tan falto de personalidad y de amor propio como ella, él acepta el juego autodestructivo y se divierte sometiéndola a todo tipo de vejaciones hasta llegar a la que para ella es la peor de todas: abandonarla.

    Pero en lugar de olvidarse por fin de él, ella volverá cuando él esté hospitalizado (por un accidente en una de sus noches de juerga etílica) para continuar su enfermiza relación, aunque ahora cambiando los roles, porque ella pasa a ser la déspota, y quitándose cualquier careta: ambos han dejado ya de engañarse a sí mismos y asumen su morbosa dependencia de este (auto) destructivo juego. Hacer daño al otro y al mismo tiempo a sí mismos, es el objetivo de sus vidas.

    “Lunas de hiel” dramatiza llevando hasta los extremos un proceso degenerativo que, en mayor o menor medida, sí puede darse en algunas o en muchas parejas. Oscar y Mimi son un peligroso espejo de aviso para el otro matrimonio en crisis, Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott Thomas), aunque ellos, más civilizados y burgueses, probablemente nunca llegarán a cruzar ciertas barreras. Está claro que Oscar necesita un espectador a quien contar su historia, y ese no es otro que el remilgado y finolis de Nigel, que a pesar de negarlo contundentemente, queda asombrado con las anécdotas de Óscar, y el mayor mérito del film, es su condición de caramelo envenenado, puesto que cuenta una dura historia de degradación de forma amena.

    La dirección de Polanski, con unos movimientos de cámara alucinantes, la fotografía de una ciudad tan romántica como París, la actuación de Peter Coyote…es impresionante. La actriz principal, Emmanuelle Seigner (de las más bellas que he visto en la gran pantalla), es la esposa del director polaco, que ya había trabajado con ella en “Frenético” (1987) junto a Harrison Ford y después de “Lunas de hiel”, tendríamos el placer de volver a verla en “La novela puerta”, basada en la novela de Alejandro Dumas, con Johnny Depp de protagonista. Éstas son las tres películas en las que ha trabajado el matrimonio, pero lamentablemente he de decir que a Emmanuelle se le ve un poco forzada en todas, sobre todo en ésta, ya que no está todavía a la altura del resto de los actores; tampoco debe de ser fácil actuar junto con un actor de la talla de Coyote. Creo que a Seigner le venía un poco grande el proyecto.

    El argumento recuerda un poco al de “La guerra de los Rose” (1989), de Danny De Vito, pero ésta es aún más fuerte, tanto a nivel visual como psicológico. España fue el país donde en términos relativos, funcionó mejor la película económicamente. La acogida del público fue también razonablemente buena en Francia, más discreta en Alemania, y fría en el Reino Unido y Estados Unidos.

    Romanticismo, erotismo, obsesión, sadomasoquismo…son algunos de los temas predominantes del film, en el que hay algunas escenas memorables como el encuentro de Óscar y Mimi en el autobús, su primera cita, la escena de sexo en la cocina mientras ambos desayunan con la canción de “Faith” de George Michael o la escenita lésbica del bailecito que se marcan la señorita Seigner y la señorita Scott Thomas en el barco, en la fiesta de nochevieja, con la canción de “Slave to love”, de Bryan Ferry.

    Imprescindible verla, de lo mejorcito del cine erótico.








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