jueves, 23 de septiembre de 2010

21.-TIBURÓN (JAWS)

DIRIGIDA POR: Steven Spielberg
INTÉRPRETES: Roy Schneider, Richard Dreyfuss, Robert Shaw, Murray Hamilton
AÑO: 1975/DURACIÓN: 125’/GÉNERO: Terror, suspense


                              


 -“Vais a necesitar una barca más grande.” Dice Martin tras ver al gran tiburón que acecha el terror en las playas californianas.

    Es Steven Spielberg quien merece que se le reconozca el mérito de hacer que toda su generación se lo piense dos veces a la hora de bañarse en el mar. Apodado con el sobrenombre de “el Rey Midas de Hollywood”, ha demostrado una habilidad impresionante a la hora de aproximarse al cine comercial. Aquí explota nuestro miedo a lo desconocido y aumenta la tensión, mostrando poco a poco el tiburón mientras suena la inolvidable música de de John Williams*, en parte para tenernos en vilo y en parte porque sabía que el tiburón de caucho (llamado Bruce en honor al abogado de Spielberg) que se usó en la película, parecía más auténtico cuanto más se le veía.
*John Williams, se llevó el Oscar a la mejor banda sonora. Queda claro que es uno de los mejores compositores del mundo, junto con Ennio Morricone, Jerry Goldsmith y pocos más. El Sr. Williams colaboró con Spielberg en muchas de sus películas, como “E.T el extraterrestre”, la saga de “Indiana Jones”, “Parque Jurásico”…etc…

    La película empieza, con una cálida noche de verano, una fiesta en la playa, alcohol, desparrame y un poquito de sexo adolescente, lo típico. Una joven se mete al agua y va nadando hasta la boya, mientras su borracho acompañante duerme la mona a la orilla del mar. De pronto podemos percibir que hay algo desde dentro del mar que le da tirones: es un tiburón, la descuartiza. El hecho de que el monstruo de ojos inexpresivos surja de las profundidades únicamente con su inocente color blanco, no hace más que convertirlo en algo más amenazador: el tiburón simboliza el miedo y la mala conciencia que hay en todos nosotros, se puede decir, que este sujeto es realmente el protagonista de la película. Representa lo desconcertante, el horror salvaje y arcaico, el mal en sí.

    Sin embargo, en la pequeña ciudad costera de Amity, un paraíso americano, nadie quiere ni oír hablar de una amenaza para el mundo feliz y el libre mercado, y todavía menos de boca de un policía llegado de Nueva York, el jefe Martin Brody (Roy Schneider) que, para colmo, tiene miedo al agua. De manera que las autoridades, representadas por el alcalde Larry Vaughn (Murray Hamilton), y la opinión pública, preocupada sólo por ganar dinero y divertirse, se oponen a Brody, que quiere cerrar las playas a causa de la amenaza. Así sucede, lo que tenía que suceder y, el día siguiente de baño, se produce la segunda víctima. La recompensa de 3000 dólares que se ofrece para quien capture al tiburón provoca una auténtica fiebre de cacería en Amity y, de hecho, pronto la masa de curiosos podrá ver un tiburón muerto en el muelle. Pero en seguida se comprobará que ese animal, no puede ser el temible asesino: en su estómago sólo se encuentran pececillos, una lata de conservas y una matrícula de un coche de Louisiana. Un trío desigual se pone en marcha para matar a la bestia: un jefe de policía, que tiene fobia al agua, un joven universitario de buena familia llamado Matt Hooper (Richard Dreyfuss) y el cazador de tiburones y veterano de guerra, Quint (Robert Shaw), una especie de lobo de mar, difícil de tratar. Para estos tres hombres, la caza representa también la búsqueda de sí mismos. La que les espera…

    “Tiburón”, es una película sobre los terrenos humanos primitivos y las debilidades del carácter, de cuya superación nacen los héroes. En realidad, el argumento es muy sencillo, sobre un tiburón asesino que aterroriza Amity Island, centro turístico costero, y Spielberg (con la ayuda de un montón de dinero que el estudio gastó en la comercialización), hizo la primera película destinada a ser el “gran acontecimiento del verano”. Se creó mucha expectación anunciando la película antes incluso de que se estrenara, y cuando por fin se estrenó, se formaron largas colas ante los cines. Como he dicho antes, “Tiburón” tiene un argumento que en principio podría parecer sencillo de acuerdo, pero “si rizamos un poco el rizo”, el hecho de que también trate sobre la sociedad capitalista que se pone a sí misma en peligro, sobre el patriotismo americano, la historia de las masas, la culpa, la expiación y el sacrificio del individuo por la sociedad, deja claro que el Sr. Spielberg realiza una historia con muchos posibles niveles de lectura. Pero una cosa no quita a la otra, porque sigue siendo uno de los thrillers más aterradores y angustiosos de todos los tiempos. Podríamos decir que la maldad vive de la estupidez humana, pero no sólo hay terror a nivel visual en el film, porque la historia* que relata Quint, proporciona a los acontecimientos una dimensión política. Todo empieza en el tramo final de la película, cuando los hombres muestran sus cicatrices bajo cubierta, y Quint narra el suceso histórico del ISS Indianápolis, el barco que transportó la bomba de Hiroshima al Pacífico. Al ser bombardeados por submarinos japoneses, su tripulación se tiró al mar y la mayoría de los soldados fueron pasto de los tiburones.
*Esta historia, la leyó en el guión Robert Shaw, el día antes de rodarla, y como no le gustó nada, la cambió y la escribió él mismo. Al día siguiente al director y a los guionistas Carl Gottlieb y Peter Benchley les pareció bien, y así se quedó. Fue un acierto por parte del actor, porque es la escena favorita de Steven, y la mía también. Maravillosamente dirigida e interpretada. Por cierto, he de decir que Robert Shaw, que tenía fama de huraño y gran bebedor, a la hora de actuar era un gran profesional. Sus compañeros de reparto Roy Schneider y Richard Dreyfuss, eran buenos actores sí, pero nada tenían que hacer frente al gran Robert Shaw, que siempre se le recordará por su papel de villano tullido en “El golpe” (1973), de George Roy Hill. Señor Shaw, descanse en paz.

    “Alguien voló sobre el nido del cuco” (1975), de Milos Forman, le arrebató el Oscar a la mejor película. Sin embargo, pudo llevarse el de mejor montaje (que duda cabe…), mejor banda sonora (no me extraña) y mejor sonido (merecidísimamente). Nada más que decir ante una de las mejores películas del director judío, que ya empezó mostrando su enorme talento con 23 añitos, dirigiendo a Dennis Weaver en “El diablo sobre ruedas” (“Duel”) (1972). Y es que ya lo decía Robert De Niro en “Érase una vez en América”: “-Se ve a los ganadores desde la línea de salida.”





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