viernes, 24 de septiembre de 2010

40.-EL PRECIO DEL PODER (SCARFACE)

DIRIGIDA POR: Brian de Palma
INTÉRPRETES: Al Pacino, Michelle Pfeifer, Robert Loggia, F. Murray Abraham, Steven Bauer, Mary Elizabeth Mastroniano
AÑO: 1983/DURACIÓN: 163’/GÉNERO: Drama mafioso, acción

                            

    EL MUNDO ES TUYO”

    Ésta es sin duda, una de mis películas favoritas; ojala durase más de lo que dura, pues aquí el tiempo pasa volando. No es de extrañar, con un Al Pacino magistral que “se come la cámara”, y un guión con frases inolvidables de Oliver Stone. Oraciones que tras veinticinco años, las siguen diciendo por ahí (incluido yo) como la de: “-…amigo: lo único en este mundo que da órdenes son los cojones… ¿tú tienes…?” o “-ese tío es un blando, el alcohol y la cuncha* mandan en él” o “-todo lo que tengo en esta vida son mis cojones y mi palabra y no los rompo por nadie, ¿lo entiendes?” o “-a esa tía, le caigo bien…los ojos chico, nunca mienten”. Las malas lenguas dicen que aquí Al Pacino (o “el Patxi” como le llaman en el Festival de cine de San Sebastián), está sobreactuado, es posible, pero de lo que no me cabe la menor duda es que hizo una actuación memorable.
*Cuncha o yeyo, en el argot de la película, significa cocaína.

    En esta mermelada de celuloide, en la que predominan los tonos pasteles, los trajes de ochocientos dólares de entonces, el oro, las joyas, los puros, las camisas a pecho descubierto o aquellas camisas hawaianas tan ochentenas que tanto añoro, y sobre todo, la droga. En este caso, es la cocaína la que desempeña un papel tan importante que es casi como un personaje más en la película.

    Antes de nada, he de decir que como usted bien sabrá, éste es un remake de “Scarface, el terror del hampa”, dirigido en 1932 por Howard Hawks.

    Tony Montana (Al Pacino), es un refugiado cubano (o preso político como él afirma al comenzar el film), que nada más llegar a Miami, quiere ganar dinero fácil, pues según él, si hubiera llegado ahí hace diez años, ya sería millonario. Pero no tardará en abrirse un hueco en el crimen organizado de Florida como capo de un clan de narcotraficantes, junto a su inseparable amigo Manny Rivera (Steven Bauer). Pero tampoco tardará en descubrir el alto precio a pagar por todo ello.

    Está claro que en esta película, hay un evidente trío de ases que hicieron de ella una obra maestra. Éstos son Brian de Palma (“Los Intocables, de Eliot Ness” ,  ”Atrapado por su pasado”), Al Pacino (“El Padrino I, II y III”, “Esencia de mujer”) y Oliver Stone quien en el 83, todavía no se había estrenado como director, pero sí como guionista en la desgarradora y verídica historia de William Hayes interpretado por un soberbio Brad Davis (que en paz descanse) en “El expreso de medianoche” (1978), de Alan Parker. Lo primero que hizo Stone en su guión, fue actualizar la trama del contrabando de licor, sustituyéndola por el tráfico de drogas. Éste hizo viajes a Miami y a varios paraísos del polvo blanco en Sudamérica, rodeándose de peligrosos mafiosos que a punto estuvieron de acabar con su vida. El clima de violencia extrema vivido durante estas incursiones por los bajos fondos del Sr. Stone, fue la causa de que considerase necesaria toda la dosis violenta de que hace gala el film, y que no gustó a un amplio sector de la crítica, al considerarla exagerada y gratuitamente desagradable; este uso tan absoluto de la violencia en el guión de Stone, fue una de las causas determinantes para que el director Sidney Lumet (“Serpico”, “Gloria”), rechazara el proyecto. La escena de la sierra eléctrica con los colombianos, fue muy polémica porque muestra sangre en exceso. Pero señoras y señores, estamos ante una película de excesos y ya lo dice Elvira (Michelle Pfeifer), que “nada satisface tanto como el exceso”. No obstante, tanto Stone, como de Palma y como Bregman (el productor), las secuencias más terribles eran sólo insinuadas, no mostradas.

    Al Pacino, nunca quiso desvelar el secreto de lo que se metía en su organismo cuando supuestamente esnifaba rayas y rayas de coca. Secreto profesional supongo, hizo bien. El caso es que está fenomenal, tanto al principio en el ascenso a lo más alto del imperio de la cocaína de Miami (“-Mira Frank…ha llegado el momento, hay que hacerse con todo: Nueva York, Chicago, Los Ángeles…”) o (“-en este país primero tienes el dinero, luego tienes el poder y luego tienes a las mujeres”), como en el desarrollo (“-un hombre que no tiene palabra, es una cucaracha”), como al final en su terrible decadencia y su inolvidable discurso cuando le entran delirios de grandeza mientras tirotea a los narcotraficantes bolivianos (-“¿Con quién creéis que os enfrentáis? ¡Soy Tony Montana! ¡Querer joderme a mí es querer joder al mejor!...¡Os mandaré a todos al infierno! ¿Creéis que podéis matarme con balas? ¡Aguanto vuestras jodidas balas! ¡Vamos! ¡Adelante!”). Impresionante. Acaba como el tío Gilito, sólo que en vez de en una montaña de dinero, de cocaína. En cuanto al resto de actores, también están geniales, Manny (Steven Bauer) es el brazo derecho de Montana y un leal amigo suyo, pero tiene un problema según Tony: le gustan más las mujeres que el dinero, no sabe negociar. Pero claro, ¿de quién se va a fiar sino? En cuanto a Frank López (Robert Loggia), es el que le da a Tony “su primer empleo”, y opina que en este negocio si quieres durar, “hay que volar recto, porque los tipos que lo quieren todo, no duran nada”. Pero Montana no está de acuerdo, por eso lo mata y se queda con la chica, Elvira (Michelle Pfeifer), que venía de hacer “Grease II”, así que se puede decir que éste es su primer papel importante. Hablando de papeles, el de Omar (F. Murray Abraham) no es menos importante, pues digamos que es “el ojito derecho” de Frank, que cree que Tony no es más que un pobre desgraciado recién llegado de Cuba, bajo la tutela de Fidel Castro y un campesino ignorante. Muere ahorcado desde un helicóptero. Es un papel difícil de interpretar, pues el espectador no llega a saber de que parte está, si es un policía infiltrado, o realmente es un traficante. Lo que está claro es que Murray (quien interpretará un año más tarde al maligno Antonio Salieri en “Amadeus” de Milos Forman), tampoco acaba nada bien. Y en cuanto a Ginna, interpretada por una jovencísima Mary Elizabeth Mastroniano (“El color del dinero”, de Martin Scorsese), es la rebelde hermana de diecinueve añitos de nuestro protagonista, al que le pone las cosas muy difíciles.

    Respecto a la banda sonora, cabe destacar la labor de Giorgio Moroder, quien ya trabajó anteriormente en la citada “Midnight Express” (“El expreso de medianoche”). Las canciones que acompañan a su obra, son muy buenas también. Típicos temas ochentenos como “Shake it up” de Elizabeth Daily, o “Rush rush” de Deborah Harry, que se amoldan y encajan a la perfección con cada escena. Yo, sin ir más lejos, confesaré que a veces me pongo esa música cuando voy a salir de marcha.

    Especial atención merecen también la loable dirección artística de Edward Richardson, que instauraría toda una estética en la década de los ochenta, y la fotografía de John A. Alonzo. Maravillosa.

    En fin, no se puede pedir más para una obra tan completa como ésta. Inolvidable.








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