sábado, 25 de septiembre de 2010

61.-UNO DE LOS NUESTROS (GOODFELLAS)

DIRIGIDA POR: Martin Scorsese
INTÉRPRETES: Ray Liotta, Robert De Niro, Joe Pesci, Paul Sorvino, Lorraine Bracco, Frank Vincent
AÑO: 1990/DURACIÓN: 139’/GÉNERO: Cine de gángsteres, drama


                


    “Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un gángster…”

    En 1972, Coppola dirigiría lo que viene a ser su obra maestra, “El Padrino”. Un año más tarde, Scorsese dirigiría una película de bajo presupuesto, “Malas calles”, con actores desconocidos por aquel tiempo: Robert De Niro y Harvey Keitel, (posiblemente el actor con más nombre del cine independiente). Ésta era la antítesis de “El Padrino”. Reflejaba el deslumbrante y más creíble y auténtico día a día de los mafiosos de Little Italy en Brooklyn, algo así como la clase trabajadora del crimen organizado. Años más tarde, Coppola dirigiría “El Padrino III” (1990), a lo que Scorsese respondió con esta película. Esta vez, Martin ganó al asalto por K.O. Esta gran producción, narra las crónicas de varias décadas de la vida de Henry Hill, un gángster neoyorquino de origen italo-irlandés. La película está basada en el best seller “Wiseguy-Life in a Mafia Family”, de Nicholas Pileggi, quien también colaboró en el guión, con Martin.

    Nueva York. 1970. Tres hombres van en coche por una carretera secundaria. Henry Hill (Ray Liotta), Tommy DeVito (Joe Pesci) y Jimmy Conway (Robert De Niro) oyen un ruido fuerte y aparcan en el arcén de la carretera. Cuando Henry abre el maletero, aparece el cuerpo de un hombre envuelto en trapos ensangrentados. Tommy saca el cuchillo prestado de su madre (que es en la vida real la madre de Scorsese), y apuñala al gángster Billy Batts (Frank Vincent) una y otra vez. Luego, Jimmy dispara varias veces sobre él. Después, el director hace un primer plano a Henry y oímos la voz en off del protagonista que afirma lo dicho anteriormente: “-Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un gángster…” Con esta violenta secuencia, empieza el largometraje.

    Tras esta brutal escena, la película nos lleva retrospectivamente a la infancia de Henry. No tardamos en darnos cuenta de realmente el chaval no quiso ser otra cosa que un gángster, por la sencilla razón, de que para él ser un mafioso era mejor que ser por ejemplo presidente de los Estados Unidos o Senador ya que mientras que todos se mataban a trabajar honradamente, él gozaba de todo tipo de comodidades y facilidades como poder aparcar donde quieras, no pagar impuestos, no hacer cola para entrar en cualquier sitio, y lo más importante: respeto.

    Según Henry, los gángsters de su barrio, no eran unos Don Nadie como sus padres o los vecinos, sino personas importantes e intocables, chicos listos que sabían “montárselo muy bien”; Henry consigue adentrarse en ese mundo, siendo el chico de los recados de Paul Cicero, apodado como “Paulie” (Paul Sorvino), el jefe de la mafia. Es querido y a la vez temido, nadie hace nada sin su consentimiento, es el que mueve los hilos. Poco a poco, el chico se va labrando una posición, hasta que la policía le detiene por contrabando de tabaco. Estamos en 1955 y ya conoce a Jimmy Conway, apodado como “el señor”, que por entonces no debía llegar a los 30 años y ya estaba “forradísimo”. Éste le presenta a Tommy DeVito, otro chaval de su edad. Una vez en el juicio, demuestra ser un buen chico: estar calladito y no delatar a nadie. Pero Henry está triste porque le han “trincado”, aunque Jimmy le dice que no se preocupe, a todos les “trincan”, pero el lema es: “nunca traiciones a un amigo y mantén siempre la boca cerrada”. Según Paulie, este aprendiz, acaba de “perder la virginidad”, ya es uno de los suyos.

    Ahora estamos en 1963. Según han pasado los años, Henry, Tommy y Jimmy no sólo se han convertido en socios, sino en los mejores amigos. Son un equipo imparable. Sus “golpes” resultan ser extraordinariamente buenos. Henry pronto se acostumbra a los trajes caros y a los escarceos matrimoniales. Al principio, su mujer Karen (Lorraine Bracco) no sabe nada, ni de los negocios de Henry, que le dice en su primera cita que trabaja en la construcción, ni de lo que hace por las noches. Pero como se suele decir, cuanto más lato se sube, más dura es la caída. Henry entra en una espiral de droga (cocaína) y entonces todo empieza a desmoronarse: su amigo Tommy es asesinado por sus paisanos, justo antes de hacerle miembro de la familia italiana. “-Aquello significaba ser totalmente intocable, un mafioso de pleno derecho. Para matar a uno de la familia italiana, había que tener un buen motivo, y consultarlo antes con los capos. Era como una licencia para robar o para matar. Para ser de la familia, había que ser 100% italiano. A Jimmy y a mí, no podían hacernos de la familia porque teníamos sangre irlandesa.” ¿Se acuerdan de la escena en al que matan a puñaladas y a disparos a Billy Batts en el maletero del coche de Henry? Bien pues este tipo que acababa de salir de la cárcel, era uno de la familia. Y fue asesinado por haberse reído de Tommy en público. Por eso acaban vengándose de Tommy. Y Jimmy y Henry no podían hacer nada al respecto. Tras la muerte de Tommy, Jimmy empieza a perder los estribos, es un manojo de nervios, está desequilibrado. Y comienza una oleada de asesinatos entre los miembros de la mafia, con la estupenda canción de “Layla” (Piano exit) interpretada por Derek y los Dominos. Decadencia es lo primero que se nos viene a la cabeza. La fachada criminal, hasta entonces perfecta, comienza a derrumbarse. Y después de una estancia en la cárcel, Henry se da cuenta de que sólo podrá salvar su vida si rompe las leyes no escritas de la mafia, es decir, si traiciona a sus amigos, a la que ha sido su “familia” durante años, o sea a Paulie y sus secuaces, entre ellos Jimmy. Así que protegido en un programa de protección de testigos del FBI, Henry Hill se verá obligado a abandonar aquella cómoda vida, (que al final no ha sido tan fácil, debido a las paranoias que le entran a causa de su adicción a la cocaína*, y estará condenado a vivir el resto de sus días en el anonimato, como un Don Nadie, en un barrio de clase media. “-No me hacían ni caso, la última vez que les encargué comida, pedía macarrones a la boloñesa y me trajeron espaguetis con Ketchup.”
*Memorable es la escena a la que Scorsese da título como “11 de mayo de 1980-último día como mafioso”, en la que Henry no para en todo el día de hacer recados e ir de un sitio para otro, totalmente encocado y acompañado de su mujer, que creen que les está persiguiendo un helicóptero. Al final del histérico día, Henry acaba siendo detenido por culpa de la canguro de su casa, que fue claramente advertida de que no hiciese ninguna llamada desde casa, y al cabo de un rato, víctima de su despiste, la hace.

    Con la meticulosa atención que le caracteriza, Scorsese subraya la importancia de la comida, (que es casi tanta como el dinero) en la mafia, como es por ejemplo, la preparación de una salsa especial para la pasta o la de una langosta en la cárcel. Como es propio de él, describe minuciosamente el mundo de los gángsteres, su ropa (vaya arsenal de trajes tiene Henry) y sus coches (menudo Cadillac rosa tan “discreto” se comprar uno de ellos), sus mujeres y sus amantes, y el ambiente en el que se mueven. Eso es lo que hace a esta película tan seductora y estupenda en la filmografía de Martin. Detrás de este hombre de apariencia corriente, se esconde uno de los cineastas de mayor talento del Hollywood actual, un hombre que ha conseguido hacer que muchas de sus películas estén situadas entre las mejores producciones de la historia del cine. Devorador insaciable de imágenes, productor y actor ocasional, se trata de un completo artista con capacidad para sorprender al espectador en cada uno de sus proyectos.

    El director de filmografía, Michael Ballhaus, ya había trabajado con Scorsese en “¡Jo, que noche!” (1985) y “La última tentación de Cristo” (1988). Volverían a trabajar juntos después de ésta en “La edad de la inocencia” (1993). Excuso decir que la fotografía es magnífica. Scorsese siempre tiene muy claro lo que quiere, es como si tuviera ya una película preconcebida en su mente y lo plasma luego a la hora de rodar. Por ejemplo la toma de 3 minutos que sigue a Henry y a Karen durante su primera cita esquivando a porteros y a camareros en el Club Copacabana, mientras hay una cola enorme de gente que quiere entrar, es inolvidable. La escena en la que vemos a Paulie cortando cebolla en la cárcel, con una cuchilla de afeitar, resulta entrañable. Paul Sorvino y Ray Liotta, quienes confesaron estar bastante nerviosos antes de comenzar el rodaje porque nunca antes habían interpretado a tipos como estos, están muy bien. Pero están mejor todavía Robert De Niro y Joe Pesci (que ya coincidieron en “Toro salvaje” y volverían a coincidir en “Casino”, están fantásticos. El papel de gángster colérico, que con una mirada lo dice todo, le va como anillo al dedo a Robert De Niro, y si ya encima trabaja con su fiel amigo Martin, está en su salsa, ya sabemos de antemano que lo va a bordar. Y en cuanto a Joe Pesci, que interpreta a un gángster charlatán y gracioso, pero que siempre está a punto de perder los nervios; Buena es la escena en la que de repente se pone serio y le dice a su amigo Henry que qué es lo que tiene de gracioso, pero éste con el paso del tiempo, ya ha aprendido a ignorar sus cambios de humor, y no cae en la trampa, que no sigue siendo más que una broma. Su caracterización de gángster psicótico le valió un merecido Oscar al mejor actor secundario. El único que se llevó la película. La culpa la tuvo Kevin Costner con “Bailando con lobos”, que le arrebató la mayoría de estatuillas. Eso sí, en el Festival de Venecia, Scorsese se llevó el León de plata.

    El fondo musical de la acción, también juega un papel importante en el film, ya que marca profundamente y documenta la transformación de Henry, que empieza siendo un joven aprendiz de criminal en su adolescencia y llega hasta un punto en el que las drogas convierten su vida en un laberinto de de desesperación y paranoia. Las canciones que se escuchan a lo largo de la obra hacen un repaso cronológico de 25 años de historia de U.S.A. a través de la música: las sentimentales melodías de los años 50 son una metáfora de la nostalgia del protagonista por los buenos viejos tiempos que se han ido para siempre, mientras que la música rock de finales de la década de los 60 y principios de los 70, expresa la desesperación y la paranoia creciente de Henry.

    “Uno de los nuestros”, que es una obra muy típica de Scorsese, es de las mejores películas de gángsteres de la historia del cine. Y es de esas que hay que verlas varias veces, (como “Pulp Fiction” por ejemplo), para que se enamore de ellas, porque le gustará más la segunda o tercera vez que la primera. Así que para los que ya la hayan visto, ya saben lo que tienen que hacer: volverla a ver.





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