viernes, 24 de septiembre de 2010

38.-BLADE RUNNER

DIRIGIDA POR: Riddle Scott
INTÉRPRETES: Harrison Ford, Sean Young, Rutger Hauer, Daryl Hannah, Edward James Olmos
AÑO: 1982/DURACIÓN: 117’/GÉNERO: Ciencia ficción, cine negro, drama

                           

    -“He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orion. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanshäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir…”

    Escrita en 1968, la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, del autor de ciencia-ficción Philip K. Dick, tardó catorce años en llegar a la pantalla grande y transcurrió otro decenio antes de que la asombrosa versión cinematográfica de Riddle Scott (“Blade Runner”) fuera reconocida finalmente como obra maestra de la ciencia-ficción. La película, que costó 28 millones de dólares, no fue bien recibida al estrenarse y fue un fracaso económico; sólo después de que la “versión del director” se estrenara en 1992, la aceptaron plenamente, tanto la crítica como el público.

    Además del objetivo obvio de la película de impresionar a los espectadores con imágenes, este fantástico viaje a la ciudad del futuro tiene también ambiciones filosóficas. El hecho de que el nombre de “Deckard” sea una clara alusión al filósofo francés René Descartes y su intento de demostración teórica de que el hombre es capaz de conocer su propia existencia, La alusión se hace explícita cuando la replicante Pris (Daryl Hannah) pronuncia incidentalmente la conocida frase de Descartes: “-Pienso, luego existo”. Posteriormente, Roy Batty (Rutger Hauer), cabecilla de los replicantes, recita en su archiconocido monólogo final un poema de Nietzsche que trata de la grandiosidad y la belleza de un Universo infinito. El aspecto físico de Roy (rubio, alto, atlético) es una clara referencia al superhombre imaginado por Nietzsche. Dichas alusiones filosóficas tienen un punto de partida común. Tras la idea del autoconocimiento y el concepto del superhombre se esconde el convencimiento de que el último y verdadero objetivo humano es alcanzar la perfección. En los últimos momentos de su vida, Roy reniega de todo ello y expresa u deseo de renunciar a la inmortalidad y abrazar la muerte. Aunque todas las maravillas de las que ha sido testigo desaparezcan con su muerte como “lágrimas en la lluvia”, es capaz de justificar su existencia en términos estéticos. Así, durante la lucha final entre Deckard y Roy, que precede al monólogo, se pone de manifiesto que los replicantes son mejores “personas”. Ellos no hacen la distinción de clases entre seres “humanos” y “artificiales”. Al final, Roy llega incluso a salvar la vida de su enemigo.

    Los Ángeles, año 2019. Una ciudad desolada e iluminada por el neón, con altísimos rascacielos de arquitectura barroca, que se pierden en el cielo nublado de polución, las chimeneas de las fábricas escupen llamas y con las calles atestadas de gente y una incesante lluvia ácida, deambula el detective Rick Deckard (Harrison Ford). Éste era un Blade Runner, es decir un cazador de replicantes*, un cazarrecompensas. Desilusionado y con ese carácter alicaído y algo cínico de los héroes del cine negro, camina por las calles mojadas por la lluvia. Era el mejor de su profesión y por ello sus superiores deciden que vuelva al servicio cuando un pequeño grupo de replicantes, en principio dos mujeres y dos hombres, consiguen llegar a Los Ángeles. Los androides, programados para funcionar durante cuatro años, quieren saber cuanto tiempo les queda de vida, y si es posible, prolongarla.
*Los replicantes son androides que tienen prohibido visitar la Tierra. Sin embargo algunos desobedecen las órdenes y al patrulla especial de los Blade Runner tiene el deber de buscarlos y destruirlos. “No será una ejecución, sino una jubilación”.

    El líder de los replicantes, Roy Batty (Rutger Hauer), es rubio, fuerte, casi demoníaco, el típico prototipo de la raza aria alemana. Su creador, Eldon Tyrell (un Frankestein futurista), que vive en una pirámide similar a las construcciones mayas y duerme en una cama casi papal, no escucha la súplica de Roy para que le alargue la vida. Entonces Batty, el ángel caído, mata a su creador, padre y Dios destructor al mismo tiempo.

    Uno de los temas más importantes del cine de los ochenta, es el cuerpo, la corporeidad. Y es precisamente el cuerpo lo que hace a los replicantes idénticos a los seres humanos. Rachel (Sean Young), trabaja como secretaria en la Tyrell Corporation y se mueve entre dos fronteras, porque aunque ella siempre ha querido ser humana, finalmente se ve enfrentada a la realidad y descubre que es un androide. Pero de una clase diferente. Ella fue programada a modo de experimento con las vivencias de la sobrina de Tyrell, lo que le da la ilusión e poseer una biografía. Sus recuerdos están basados en fotografías. Y es también la fotografía, el medio que delata a los replicantes. Al final Batty, salva la vida del Blade Runner en el último minuto y muere en su lugar. La diferencia moral entre replicante y ser humano ya no existe. Sobre todo cuando tenemos cada vez más indicios de que el propio Deckard es un replicante.

    La figura de Deckard, podría decir que en algunos momentos es cobarde, ya que si nos damos cuenta, le encomiendan la misión de eliminar a cuatro replicantes, bien pues él sólo mata a dos mujeres, a Pris, la novia del cabecilla y a Zhora, la encantadora de serpientes. Y encima a ésta última, disparándola por la espalda. Los otros dos androides varones, León, muere a manos de Rachel (que también le salva la vida a Rick) y a Roy sencillamente se le acaba el tiempo de vida.

    Inspirada en el clásico de Fritz Lang, “Metrópolis” (1926) y en el estilo visual del cine negro, el parecido fonético entre el apellido del protagonista Deckard, y el del matemático Descartes, es sólo uno de los más abundantes elementos que sugieren el contenido filosófico que hay en la película. No hay que pasar por alto el motivo del “ojo” a lo largo de toda la cinta. El ojo es un símbolo universal de reconocimiento y representa un sentido de autoconocimiento “único” en los humanos. En la escena del interrogatorio a uno de los posibles replicantes, Scott traza perfectamente un paralelismo entre el ojo humano y el ojo de la cámara, entre el original diseñado por la naturaleza y la imitación artificial. En la década de 1980, los directores se preocuparon por los fundamentos de la estética cinematográfica y por la fuerza de los aspectos físicos y psíquicos de la mirada.

    “Blade Runner” ha dado pie a muchos debates a lo largo de los años. Algunos de sus defensores, afirman que la película trata el tema de la religión de forma sublime. Hay un par de ejemplos claros como el hecho de que uno de los replicantes (Roy Batty), se perfore la mano con un clavo, posiblemente para representar una crucifixión y el de que Tyrell, el creador de las réplicas, sirve como figura divina y vigila todas sus creaciones.

    El mundo que aparece en “Blade Runner”, no conoce la diferencia entre el día y la noche. La oscuridad es constante, las únicas fuentes de luz son sintéticas, ni siquiera los inmensos edificios sirven de orientación. Los rayos de luz de los focos que atraviesan la noche urbana sólo revelan imágenes fragmentadas de los rascacielos en la penumbra. Las enormes vallas publicitarias iluminadas (como por ejemplo el de la cara de la mujer japonesa o el del “Enjoy Coca-cola”) constituyen las únicas señales visibles, los únicos puntos de referencia en esta urbe multiétnica, que según el director necesitaban “multitudes”, así que para ahorrase tiempo y dinero, reclutaron una gran cantidad de extras: doscientos punks, cien chinos, cien mexicanos…cualquiera se sentiría perdido en esta jungla urbana, donde conceptos como ámbito exterior e interior, identidad étnica o nacional han perdido su significado.

    El rodaje fue durísimo. Al parecer Harrison Ford, no se llevaba nada bien con la coprotagonista Sean Young (que también era una mujer muy difícil de llevar, con mucho carácter), pero tampoco hizo “buenas migas” con Riddle Scott. Ford no estaba nada contento ni orgulloso de la película que había protagonizado. Nunca quiso saber nada más de este film. En las ruedas de prensa para promocionar el largometraje, se limitó a decir que fue el rodaje más duro de todos con diferencia. Sobre todo cuando su compañero de reparto Rutger Hauer, le robaba planos y éste que es el malo de la película se convierte de pronto en su centro mítico y empático. Batty se transforma de monstruo de Frankestein en Adán bíblico, mientras que Deckard cambia de cazador a androide. Se dice que Harrison incluso se llegó a quedar dormido cuando Rutger recitaba su monólogo final que le catapultó a la fama. Hay un momento en que Riddle le hace un primerísimo primer plano a la cabeza agachada de Roy, y podemos observar de fondo una ligera luz, como si estuviera amaneciendo, pero no es así.

    Existen dos versiones diferentes de la película de Scott. La primera fue la teatral puesta en escena del año 82. Y la segunda, un nuevo montaje hecho por el director que se estrenó en los 90. Ésta última da más peso a la suposición de que Deckard es un replicante. En el verano del 2002, el mismo director, el señor Scott, acabó confesando que sí, es cierto, Rick Deckard es un androide. Cosa que a Harrison Ford no le hizo ninguna gracia. Puso el grito en el cielo afirmando que durante el rodaje el director había asegurado lo contrario. Así que el debate sigue abierto. Pero yo creo que tiene razón Riddle porque además hay una de las múltiples sospechas, que cobra fuerza en la película, cuando Deckard sueña con un unicornio, el símbolo de libertad e inocencia. Sin embargo el sueño no es más que “un implante de memoria”. Nosotros como espectadores, nos damos cuenta en la escena final, cuando Deckard encuentra en la puerta de su apartamento un unicornio plateado de papel. Entonces se hace evidente que el policía Gaff (Edward James Olmos), que es un personaje que encarna un amplio espectro de identidades y es fruto de la mezcla de varias razas, culturas e idiomas, ha registrado la vivienda de Deckard sin molestar a la replicante Rachel, que se encontraba durmiendo, para dar así una oportunidad a la pareja, que termina escapando de la lúgubre y deslumbrante ciudad, con mucho amor entre ellos dos, pero con un futuro muy incierto por delante.

    Nominada al Óscar por la mejor dirección artística y los mejores efectos visuales, no consiguió al final ninguno de los dos, pero para mí, sigue siendo una de las mejores películas de ciencia-ficción de la historia del cine en todos los aspectos. Con un portentoso diseño de producción, una sensacional dirección artística, una preciosa banda sonora de Vangelis y visualmente la más impactante de todos los tiempos, no se por qué, no fue bien recibida al estrenarse y fue un fracaso económico. Sólo después de que la “versión del director” se estrenara en 1992, la aceptaron plenamente la crítica y el público. Es algo así como la contrafigura sucia y gris de “2001: una odisea en el espacio” (1968), de Stanley Kubrick. Es una película que toca todo tipo de géneros: ciencia-ficción, cine negro, drama, romance, acción e incluso western, porque hay un duelo final entre Deckard y Batty.

    Alan Parker (“El expreso de medianoche”, “El corazón del ángel”), dijo de Riddle Scott tras hacer esta obra maestra, que era “el mejor estilista visual en activo”. Yo creo que lo sigue siendo, o al menos lo ha sido hasta hace poco, unos nueve años con “Gladiator” (2000). ¿Habíamos visto antes en la gran pantalla una película de romanos de ese calibre? ¿Tan perfecta en todos los aspectos desde “Espartaco” (1960)? No. Y aquí además, si nos damos cuenta, nos muestra un futuro no muy lejano al nuestro, con grandes edificios, muchos neones y sobre todo en la manera de vestir, con camisas y corbatas oscuras. En fin, no creo que dentro de diez años vuelen los coches como aquí o el Delorean de “Regreso al futuro II”, pero repito, hay muchos detalles que de momento ya coinciden.









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